En la arena del amor la indiferencia es un talento. Uno, cuyo dominio requiere años de práctica, disciplina y perseverancia. Tal inversión de tiempo vale la pena y se convertirá en un gran activo en las cuentas amorosas, porque un indiferente obtiene una envidiable rentabilidad sentimental. Si no, cómo explicar que la mayoría de mujeres se descorazone y corte las venas, no por el tipo sensible que las halaga y la corteja, sino, mas bien, Ellas se enamoran precisamente de aquel indiferente, el que no les hace caso, el que las destroza con el frío machete de su desamor e indiferencia. Eso de que el muchachito tierno dulce y bueno que se queda con la chica es una mentira de las películas románticas de Hollywood. En la vida real, los malos lideran la tabla
Para los indiferentes, la estrategia de seducción se plantea al revés de lo convencional y consiste básicamente en ignorar, en retirarle la atención al objeto deseado, en hacer gala de una monstruosa seguridad, solo comparable con la de los más audaces súper espías o los más estirados galanes de telenovelas lloronas latinoamericanas. Ellos, los grandes maestros de la indiferencia llevan un halo conchudo y desinteresado que ejercen un extraño magnetismo.
Conozco gente, cuya filosofía consiste básicamente en no involucrarse, y debo admitir que la pasan genial: sus novias babean por ellos y siempre hay chicas que los están buscando. Hasta hoy no lo entiendo. Ellos actúan como perfectos cavernícolas y para mi asombro, las mujeres les pasan por alto todos sus desplantes, sus arrogancias y su morbosa falta de consideración
Creo que esa dicha solo pueden disfrutarla los hombres que carecen de ese sentimentalismo mamarracho que a otros nos ha tocado padecer. A mí me cuesta utilizar la estrategia adecuada e interpretar al maldito indiferente, al pragmático, al ratón Ignacio que le da de ladrillazos a la Gata Loca, al vaquero maloso y peligroso que patea la puerta del bar, seca una jarra de cerveza, escupe al suelo y se lleva sobre un hombro a la muchacha más linda del pueblo.
Yo solía pensar con ingenuidad que las relaciones de pareja se sostenían sobre la base de la espontaneidad, la autenticidad y la sinceridad. Pero cada día me convenzo más de que esa es una utopía gelatinosa. Las relaciones son un ajedrez, un ‘tira y afloja’, un calculado juego de táctica casi militar. Increíblemente, hay gente que se especializa en eso. El psicólogo colombiano Naxo, por ejemplo, en su blog “Estrategias de la seducción” enseña a conquistar mujeres paso a paso. Para él la indiferencia es una virtud.
Aquí va un ejemplo, este es un caso típico que ilustra el valor tangible de la personalidad indiferente. Cuando estás con una chica, tu cerebro deja de pensar (eventualmente) en las demás mujeres. Ganas en aplomo porque ya conseguiste a la chica que te gustaba. Eres un hombre feliz y seguro de ti mismo que ha saciado su deseo. En ese preciso momento, sin que tu tengas control, las feromonas de tu cuerpo empiezan a despedir químicos solo perceptibles por el olfato femenino, y entonces ocurre lo impensado: todas las mujeres se empiezan a fijar en ti, sobre todo, aquellas, las que nunca en su putañera vida te hicieron caso alguno. Como ahora les eres indiferente, te has convertido en un ejemplar atractivo ¿acaso no es injusto?
Las mujeres administran convenientemente el vilipendiado pregón del “quiero un chico diferente”, pero no es mas que una cínica mentira. Puede haber legiones de chicos emotivos y sentimentales detrás de ellas, pugnando por una oportunidad, pero al final y no por coincidencia, terminan eligiendo al mismo típico descarado, macho e inmaduro que, sin dudas, les machacará el corazón. Creo que en lugar de decir que quieren un chico “diferente”, deberían proclamar “quiero un chico INdiferente”. Sería mas honesto de su parte.
el super ratón
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