La ultima semana de enero, tuve de viajar por muchas ciudades de España; fue un viaje comercial muy extenuante pero productivo en la cual tuve la oportunidad de conocer muchas personas. Aproveche el último día de aquella semana loca para hacer una pausa, hacer un recorrido turístico por la ciudad de Bilbao y visitar el museo Guggenheim por segunda vez en mi vida. Allí en Bilbao, conocí a una peculiar persona que desde entonces pasó a formar parte de mi loca vida.
Ese ultimo viernes en España tenia una cena por la noche con un cliente; luego saborear un delicioso, jugoso y suculento chuletón de res (lo recomiendo si van al País Vasco y si son carnívoros), nos fuimos a un bar y nos acompañaron 2 amigos mas.
Ese ultimo viernes en España tenia una cena por la noche con un cliente; luego saborear un delicioso, jugoso y suculento chuletón de res (lo recomiendo si van al País Vasco y si son carnívoros), nos fuimos a un bar y nos acompañaron 2 amigos mas.
Era a un bar muy particular del norte español, ubicado en el casco viejo del centro de la ciudad y allí estaba este pechito, sentado en un cómodo banco, recostado contra la barra y con un brazo sobre ella. En mi otro brazo tenia un vaso de whisky y yo estaba en circulo de una conversación donde solamente hablaban del país vasco e independencia. Definitivamente, no quería entrar en este tipo de conversaciones y me di cuenta que mi vaso de estaba casi vacío, así que apresure a secarla y pedirle al barman otro “Scotch on the Rocks” cuando derrepente empecé a sentir un par de agujas punzantes justo por detrás de mi oreja. Era ese tipo de agujas que solamente las miradas de mujeres pueden hacer y provenían de uno ojos negros pero brillantes.
En el bar, el dj ponía musica de los 90, eran las 12:30 de la noche y podía ver que ya empezaban a pulular algunos insaciables vampiros, con algunos tragos de valor encima, esperando ver cualquier fulanita desprevenida para clavarle los colmillos.
En ese momento sentía ganas de estar solo, sin ese grupo de tertulianos hablando cosas que para mi no tenían nada de sentido. Estaba súper agotado fisicamente después de estar viajando por muchas ciudades, de recorrer la bella ciudad de Bilbao y de hacer algunas compras. En ese momento solo quería relajarme, tomar un buen whisky y ver a la gente divertirse. Pero por alguna desconocida y extraña razón, no me atreví a enfrentarme con esa mirada punzante que en mas de una ocasión me apuntaban como si fuera un puntero láser de un franco tirador.
Eran casi la 1:15 de la madrugada y yo tenia que estar en el aeropuerto para tomar mi avión de regreso a las 12 del día, así que me disponía a despedirme cuando aquella chica de ojos negros y brillantes se acerco a la barra. Era un poco más alta que yo -lo cual, ya sé, no es ningún mérito- y estaba vestida con un jean lo suficientemente apretadito como para hipnotizar furtiva y brevemente a cualquier parroquiano. Además tenia una cara en la que la dulzura y la picardía confabulaban estupendamente. Podría decir “joder que guapa”, o “uff que ricotona”, pero creo que ‘linda’ era el perfecto adjetivo para definirla aquella noche.
Se paro al lado mio esperando a ser atendida por el barman cuando giro la cabeza y me miró con cierta simpatía que hasta llegue a pensar que me había confundido con algún amigo suyo. Yo le devolví la sonrisa con un poco de timidez. Estaba súper cansado y quería escapar del agobio de tener que entablar una conversación forzada, así que me di la vuelta, cuando sorpresivamente ella me pregunto:
-“¿Tu estuviste en la tarde en el Guggenheim, no?”
-“¿Ah? ¿Qué? Este, sí, ... súper bonito e interesante museo, es la segunda vez que lo visito y siempre me deja fascinado” , farfullé con algo de nerviosismo fruto del cansancio.
-“¿tu no eres de acá no?, ya se que eres sudamericano, pero, ¿no vives en Bilbao, no?”
- “Vine por una semana a España” -le respondí- y que estaba esa noche con el grupo de amigos y le pregunte que fue lo que mas le impresionó del museo.
-“Nada en especial” -me dijo ella con su acento Español- “solamente fui con mi amiga para conversar, la verdad disfruto conversar en el museo”.
-“ ¿Conversar acerca de arte?” Le pregunte,
-“No, cosas de mujeres”
Esa linda chica me lleno de mucha intriga y curiosidad maliciosa, y yo, ni corto ni perezoso le pregunte si podía acompañarla a su mesa en donde le esperaba su amiga. Ella acepto.
Una vez en la mesa me sorprendió lo rápido que nos compenetramos los 3, no tuvimos que atender al protocolo monótono de presentarnos por nombres, el simple hola fue como las mas cálida bienvenida de viejos y buenos amigos. Luego de algunos tragos mas, la situación cambio rápidamente y llegue estar en medio de otra tormentosa y complicada tertulia, pero esta vez de mujeres que no hablaban de nacionalismos ni independencia, si no mas bien el tema era algo mas abstracto desde el punto de vista masculino. “Soy una chica mala” era el tema de la noche.
Aquella chica de cara dulce y mirada angelical guardaba celosamente una mujer inconforme e insatisfecha, que bajo la administración de algunos vodkas expulsaba de adentro cual demonio reaccionando al agua bendita en pleno exorcismo, a “la chica mala”.
En el bar, el dj ponía musica de los 90, eran las 12:30 de la noche y podía ver que ya empezaban a pulular algunos insaciables vampiros, con algunos tragos de valor encima, esperando ver cualquier fulanita desprevenida para clavarle los colmillos.
En ese momento sentía ganas de estar solo, sin ese grupo de tertulianos hablando cosas que para mi no tenían nada de sentido. Estaba súper agotado fisicamente después de estar viajando por muchas ciudades, de recorrer la bella ciudad de Bilbao y de hacer algunas compras. En ese momento solo quería relajarme, tomar un buen whisky y ver a la gente divertirse. Pero por alguna desconocida y extraña razón, no me atreví a enfrentarme con esa mirada punzante que en mas de una ocasión me apuntaban como si fuera un puntero láser de un franco tirador.
Eran casi la 1:15 de la madrugada y yo tenia que estar en el aeropuerto para tomar mi avión de regreso a las 12 del día, así que me disponía a despedirme cuando aquella chica de ojos negros y brillantes se acerco a la barra. Era un poco más alta que yo -lo cual, ya sé, no es ningún mérito- y estaba vestida con un jean lo suficientemente apretadito como para hipnotizar furtiva y brevemente a cualquier parroquiano. Además tenia una cara en la que la dulzura y la picardía confabulaban estupendamente. Podría decir “joder que guapa”, o “uff que ricotona”, pero creo que ‘linda’ era el perfecto adjetivo para definirla aquella noche.
Se paro al lado mio esperando a ser atendida por el barman cuando giro la cabeza y me miró con cierta simpatía que hasta llegue a pensar que me había confundido con algún amigo suyo. Yo le devolví la sonrisa con un poco de timidez. Estaba súper cansado y quería escapar del agobio de tener que entablar una conversación forzada, así que me di la vuelta, cuando sorpresivamente ella me pregunto:
-“¿Tu estuviste en la tarde en el Guggenheim, no?”
-“¿Ah? ¿Qué? Este, sí, ... súper bonito e interesante museo, es la segunda vez que lo visito y siempre me deja fascinado” , farfullé con algo de nerviosismo fruto del cansancio.
-“¿tu no eres de acá no?, ya se que eres sudamericano, pero, ¿no vives en Bilbao, no?”
- “Vine por una semana a España” -le respondí- y que estaba esa noche con el grupo de amigos y le pregunte que fue lo que mas le impresionó del museo.
-“Nada en especial” -me dijo ella con su acento Español- “solamente fui con mi amiga para conversar, la verdad disfruto conversar en el museo”.
-“ ¿Conversar acerca de arte?” Le pregunte,
-“No, cosas de mujeres”
Esa linda chica me lleno de mucha intriga y curiosidad maliciosa, y yo, ni corto ni perezoso le pregunte si podía acompañarla a su mesa en donde le esperaba su amiga. Ella acepto.
Una vez en la mesa me sorprendió lo rápido que nos compenetramos los 3, no tuvimos que atender al protocolo monótono de presentarnos por nombres, el simple hola fue como las mas cálida bienvenida de viejos y buenos amigos. Luego de algunos tragos mas, la situación cambio rápidamente y llegue estar en medio de otra tormentosa y complicada tertulia, pero esta vez de mujeres que no hablaban de nacionalismos ni independencia, si no mas bien el tema era algo mas abstracto desde el punto de vista masculino. “Soy una chica mala” era el tema de la noche.
Aquella chica de cara dulce y mirada angelical guardaba celosamente una mujer inconforme e insatisfecha, que bajo la administración de algunos vodkas expulsaba de adentro cual demonio reaccionando al agua bendita en pleno exorcismo, a “la chica mala”.
Ella empezó a contarme rápidamente sin muchos detalles que mantenía una relación con un chico súper bueno pero ella no lo amaba pero tampoco lo quería dejar por el simple hecho de no estar sola. Ella me empezó a contar cuán cruel se puede ser con alguien que te ama. Se puso un poco triste al saber que ser una chica mala es ser infiel. Es hacer daño sin medir las consecuencias, es ser una manipuladora compulsiva, es alargar una relación con alguien que si te quiere (y tú no) solo para no estar sola, es ser tan egoísta solo por una única razón: tener a alguien siempre contigo.
En ese momento me imaginaba a Laura Bozzo con su voz de vieja borracha gritando: “que pase la desgraciada”. Y allí entraba ella a escena, caminando con ese rico y apretadito jean y el publico abucheandola y gritándole “tramposa”, “loba”, “descarada” y otros vilipendios mas.
En ese momento me imaginaba a Laura Bozzo con su voz de vieja borracha gritando: “que pase la desgraciada”. Y allí entraba ella a escena, caminando con ese rico y apretadito jean y el publico abucheandola y gritándole “tramposa”, “loba”, “descarada” y otros vilipendios mas.
A esas horas, yo ya estaba cansado de tanto drama, solo tenia ganas de irme a mi hotel para dormir. Respire lentamente y le dije que yo no la consideraba ni buena ni mala. En todo caso, una persona en proceso de aprendizaje y rehabilitación. Sino, qué fácil sería la vida. Uno vive con sus errores a cuestas. No es fácil perdonar, y menos, perdonarse a uno mismo. Yo también me he equivocando muchas veces, de eso no me queda duda, y quien sabe cuantas más veces me equivocaré- ojalá no muchas más la verdad- pero reconocerlo es un buen primer paso, creo yo. De pronto vi como su expresión cambio y volteó la cara para ver a su amiga. Entonces sequé mi último trago número 9 de la noche y empecé a despedirme primeramente de su amiga y luego de ella.
Lo que paso después, ocurrió en una inestimable fracción de segundos. Con su mano derecha me tomo por la nuca y con la otra acaricio mi mejilla al mismo tiempo que la muchacha se acercó hasta ponerse a un centímetro de mi boca. Ante la inminencia del acto, pensé que simplemente ella me daría un inocente piquito y me dejé llevar, pero luego me di cuenta de que sus intenciones eran bastante menos infantiles. Fue un beso de unos veinte segundos, con grado de violencia modulada, con giros de cabeza de izquierda a derecha y viceversa.
Apenas abrí los ojos vi que la muchachita sonreía con la satisfacción de quien acababa de descubrir que todas las interrogantes de la vida quedaron absueltas. Entonces me puse de pie y para hacer más cinematográfica toda la secuencia, el dj no tuvo mejor idea que interrumpir las clásicas de los 90 para poner una de mis canciones favoritas: ‘smooth’ de Carlos Santana y Rob Thomas.
Hoy por hoy, no importa a quien beses. Puede que sea una fulana , una sutana o mengana. Creo fervientemente que el gusto consiste justamente en eso, en el contacto provisorio, en el beso vehemente, en el “si te vi no me acuerdo”. Lo que antes solamente sucedía en el contexto de una excitante sesión de ‘botella borracha’ (todos contra todos) ahora sucede a cada rato y advierto que no estoy criticándolo, solamente hago una modesta y humilde observación.
En estos últimos tiempos mios, prefiero besar a alguien con quien comparta algo más sustancioso que el simple epidérmico frenesí de un enajenado momento pero también es verdad que más de una vez he dado rienda suelta a esas ganas primitivas que te empujan a zambullirte en la piscina de una labio anónimo.
De todos modos, incluso en las situaciones más extrañas y retorcidas, cada vez que beso a alguien pongo todo mi afecto y compromiso en eso. Sea corto o largo, apasionado o delicado, blando o rabioso, seco o mojado, oportuno o apresurado, legal o prohibido, un beso siempre hace que me involucre y que invierta en el instante mi energía y mis expectativas. Por eso cada vez que beso a alguien ofrezco un comportamiento tierno que en ningun otro momento podría tener.
Aquella chica del bar no me dijo ni su nombre ni su edad. Le calculo unos 27 años, aunque no podría asegurar que los tuviera pero tengo que confesar que me no molestó que esta chica me tomara por sorpresa y me zampara ese tremendo beso. Estuvo riquísimo y fue divertido, eso ni dudarlo. Sin embargo, cuando tienes la cabeza en otro lado, disfrutas menos esas aventuras.
Aquella chica del bar no me dijo ni su nombre ni su edad. Le calculo unos 27 años, aunque no podría asegurar que los tuviera pero tengo que confesar que me no molestó que esta chica me tomara por sorpresa y me zampara ese tremendo beso. Estuvo riquísimo y fue divertido, eso ni dudarlo. Sin embargo, cuando tienes la cabeza en otro lado, disfrutas menos esas aventuras.
El Superratón
1 comentarios:
Jaja..Que pase la desgraciada.. Saludos desde Colombia
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